Elegía a Ramón Sijé

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero:

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

sábado, 11 de junio de 2016

LOS BACHILLERES CREAN UN LOCUS AMOENUS

   




   Para transportarse a un locus amoenus no hacen falta muchas cosas: los prados verdes y las corrientes aguas cristalinas pueden ayudar. Pero, aquí, en este blog-páramo,  unos bachilleres lo han conseguido solo con unas voces vestidas de hermosura y luz serena, que diría Fray Luis de León.   
  Enhorabuena y gracias por vuestro regalo, digo trabajo.


   Escuchad este poema de Garcilaso en la voz de la bachiller Lina. 
   La bachiller Houda también nos deja este maravilloso recitado.




  El soneto se estableció en la lírica en castellano con Garcilaso pero llegó para quedarse. Y la prueba es que este poema estrófico fue utilizado por muchos poetas desde el Renacimiento hasta nuestros días. Un ejemplo: este soneto de Pablo Neruda, recitado con emocionado sentimiento por la bachiller Ana.
Soneto XLV

No estés lejos de mí un solo día, porque cómo,
porque, no sé decirlo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.
©Pablo Neruda

   Ahora, la bachiller Madalina, nos acerca la Noche oscura del alma de san Juan de la Cruz

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

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