TU QUOQUE, BRUTUS, FILIUS MEUS.
¡¡¡Bruto tuvo otros cómplices hasta ahora desconocidos!!!
Leed la actualidad del pasado aquí: (El País 9-3-15)
Ni Bruto, ni Casio: Décimo es el nombre clave en la muerte de César
Una investigación sobre el asesinato de Julio César revela un nuevo personaje clave en el magnicidio de los idus de marzo
En el relato clásico, es Cayo Casio Longino el que impulsa el complot y el que logra convencer a Marco Junio Bruto, un noble patricio romano que nada en dudas entre su lealtad a César y su deber con la República romana, que el creciente poder del conquistador de las Galias está poniendo en peligro. "La culpa, Bruto, no está en las estrellas", es, según Shakespeare, la famosa frase con la que Casio le convence para participar en el magnicidio. Décimo, según esta nueva versión, fue un personaje central tan importante como Casio, uno de los líderes de una conspiración mucho ante todo militar. Combatió con César en la Galia y le apoyó durante toda la guerra civil. Sin embargo, por motivos que no están totalmente claros, cambió de bando. Strauss cree que el poder fue mucho más importante que los principios. Se convirtió entonces en el único conspirador en el círculo íntimo de César y, por lo tanto, en el principal espía.
Pocos autores creen que la intención de los conspiradores (unos 60 aunque solo 20 tienen un nombre) era defender la democracia sino los privilegios de su clase. Mary Beard describe en La herencia viva de los clásicos el magnicidio como "el chapucero asesinato de un ídolo del pueblo por un grupo de aristócratas enojados en el nombre de (su propia) libertad". Ronald Syme, uno de los grandes investigadores del siglo XX de la historia de Roma, fallecido en 1989, escribe en su libro La revolución romana: "Las tragedias de la historia no surgen del conflicto entre el bien y el mal convencionales. Son más augustas y más complejas. César y Bruto, los dos, tenían la razón de su parte".
Es precisamente esta complejidad lo que convierte el asesinato de César en un hecho único, porque concentra todos los elementos que forjan una gran historia, la traición, la amistad, la lucha contra la tiranía, la nobleza, la mentira, la lealtad, la política... Si a ello se suma Shakespeare y una increíble versión cinematográfica de 1953 de Joseph L. Mankiewicz con John Gielgud, James Mason, Deborah Kerr y, sobre todo, Marlon Brando en su apogeo como Marco Antonio ("y, sin embargo, Bruto es un hombre honrado"), la historia se convierte en mito. Julio César encarna un momento clave de la historia de la humanidad, cuando Roma se debatía entre continuar siendo una República o convertirse en un Imperio. Es un personaje que representa una de esas pocas encrucijadas en las que un camino u otro hubiesen cambiado la historia del mundo.
"Shakespeare ofrece un mito bellísimo sobre el asesinato, pero es un mito", afirma Strauss, cuyo libro está publicado por Simon & Shuster aunque aún no tiene editor en España. "Los asesinos reales no fueron amateurs y civiles, fueron generales y oficiales militares que también fueron políticos. Sabían cómo llevar a cabo un complot con precisión militar y reclutar a gladiadores para ayudarlos. Las mujeres también tuvieron un papel más importante del que muestra Shakespeare, desde Cleopatra, que era la amante de César en el momento de su asesinato y se encontraba en su villa de los suburbios de Roma, hasta Fulvia, la esposa de Marco Antonio, y, en mi opinión, la inspiradora de su discurso en el funeral de César".
Todavía quedan muchos misterios en torno a Julio César. Solo hace tres años, un equipo de arqueólogos dirigido por el español Antonio Moterroso, investigador del CSIC, descubrió el lugar donde fue asesinado —en los restos arqueológicos que se encuentran en el Largo Argentina, en pleno centro de Roma—. Los expertos siguen debatiendo sobre el emplazamiento exacto del Rubicón, el río clave en la historia de Julio César y de Europa. Al cruzarlo con sus tropas, violó una de las más profundas prohibiciones romanas (ningún general podía entrar con su Ejército en Italia) y desató la guerra civil que le llevaría al poder absoluto. Como escribió el historiador británico Adrian Goldsworthy al final de su biografía César, "más de dos mil años después su historia nos sigue fascinando. Una cosa es segura: estas no son las últimas palabras que se escribirán acerca de Julio César". Tenía toda la razón.
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