Elegía a Ramón Sijé

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero:

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

lunes, 5 de mayo de 2014

COMENTARIO CRÍTICO DE UN ARTÍCULO DE ELVIRA LINDO

   Hay personas con dos cabezas. O con dos cerebros, por decirlo mejor. Personas con talentos tan dispares que las imaginas dotadas de un par de seseras perfectamente organizadas dentro del cráneo. Una de esas personas, no cabe duda, es Martin Scorsese. De cavidad craneal no anda escaso. Y a cuenta de esos dos cerebros que posee este creador hiperactivo, puedes amar o detestar el nervioso, casi histérico, trazo de sus películas, que produce uno de sus cerebros, y rendirte sin condiciones ante el obstinado empeño que su otro cerebro tiene de recuperar y dignificar la cultura popular de su país.
    Mientras en los cines sigue exhibiéndose El lobo de Wall Street, en casa, en la mía, disfrutábamos la otra noche de uno de los documentales que ha producido y narrado con su propia voz, Feel like Going Home. Un viaje por las huellas del blues, desde su nacimiento como lamento de la esclavitud y la pobreza hasta su impacto en lo que vino después, jazz incluido. No hay palabras que describan la hondura y la belleza de esa música, así que desisto, pero hubo algo en lo que no pude evitar fijarme, algo que saltaba a la vista y que amargaba la versión feliz del pueblo ya libre de cadenas al que se le debe gran parte de la esencia de la música americana.
   En las fotos antiguas de los maestros del blues encontramos una pobreza no reñida con la dignidad física: son personas enjutas, bien parecidas, el blanco y negro del pasado ennoblece las camisas viejas abotonadas hasta el cuello. Hoy no hay esclavos, pero sí pobres, pobres sin esperanza, su arte sigue mal pagado y su aspecto se ha deteriorado por una alimentación que literalmente destruye el metabolismo, haciéndole cargar de por vida con una cantidad insoportable de kilos de más. Son muy gordos, como gordos son la mayoría de los pobres. Son gordos desde niños. No saben lo que comen, carecen de la más mínima cultura culinaria y alimentan a sus hijos de cualquier manera y a cualquier hora: en el metro muy de mañana o al volver a las tantas a casa vemos a las criaturas llevarse a la boca trozos indescriptibles de un rebozado que sacan de una caja de cartón.
   Los pobres son gordos. Eso sí, gozan de la libertad que defiende el partido republicano. Libertad para ser obesos, para contraer diabetes, para perder la vista o una pierna, para padecer problemas precoces de movilidad, para estar malhumorados o adormecidos, acomplejados en la adolescencia, agotados por el propio peso en la madurez.
Y en el lado opuesto de ese universo sombrío, en el tramo soleado de la calle, una clase media abrumada por los impuestos, que habiendo desistido de una idea abstracta de cambiar el mundo, se ha entregado, como si fuera un dogma de fe, al cuidado de su propio cuerpo. Esta nueva religión se practica ya en España, aunque siempre quiero creer que con menos fanáticos en sus bancos. En cosa de diez años han brotado supermercados que parecen venderte más salud que comida y que realizan promesas tan disparatas de mejora para el cuerpo y el alma que se han convertido en templos de seudociencia.
Los clientes se acercan al puesto de zumos como si fueran a recibir la comunión diaria, y en vez de pedir una deliciosa mezcla de frutas que además de nutritiva sea agradable para el gusto, eligen ingredientes imposibles, espinacas, perejil, acelgas, remolacha, qué sé yo, hasta conseguir un engrudo verde, difícil de tragar y de digerir, con el que sustituyen la comida o la cena. Comen contra el colesterol, mastican contra el cáncer de colon, tragan para bajar el índice de las célebres transaminasas, desayunan para favorecer el tránsito intestinal, comen nueces entre horas contra las enfermedades coronarias, beben una copa de vino como antioxidante, compran pan de centeno por la fibra, están contra la mantequilla, contra la leche y se han apuntado a la cruzada antigluten aunque no se les haya diagnosticado ningún tipo de alergia.
   Se cuidan como si estuvieran cuidando un bebé, como si ellos mismos fueran su propio bebé. Tienen una relación tan obsesiva y dogmática con la comida que lo que una sospecha, después de haber observado los bandazos que suelen dar las personas que militan ciegamente en una causa, es que cuando se aburran de cumplir los mandamientos de la vida sana, se entregarán con decisión a otra corriente, que bien puede ser la contraria.
   Todo tiene siempre un tufillo religioso, aunque cualquiera de sus seguidores negaría que sus hábitos tienen relación alguna con los de un feligrés. De hecho, el templo de la comida sana, el supermercado Whole Foods, goza de una clientela progre, bien situada, capaz de pagar un potosí por lo que se vende como orgánico, con una selección de aguas embotelladas destinada a todos los que consideran un suicidio a largo plazo beber del grifo, y una sección de salud-belleza que haría las delicias de Dorian Gray.
Unos engordan porque olvidaron las delicias de la comida casera y otros se mantienen delgados a fuerzas de enfrentarse a la alimentación como a un pasto que hay que rumiar en crudo. Un país de paquidermos y rumiantes. Cualquier cosa con tal de no disfrutar relajadamente de la vida. Luego vas a yoga y te encuentras a gente muy tensa. Tanta obsesión por la salud les está matando por dentro.
Primer párrafo: comenzamos con un resumen del artículo.
    A partir de una reflexión sobre la capacidad intelectual del director de cine Martin Scorsese, que parece tener dos talentos, la autora reflexiona sobre la dualidad que se dio en el tiempo entre los creadores del blues, personas esclavas, pobres y que presentaban una gran dignidad física y los pobres de hoy en día, personas que, aunque ya son libres, son esclavos  de un tipo de comida que destruye su metabolismo ya desde la infancia y les convierte en gordos sin cultura culinaria ninguna. Además, frente a esta clase social desfavorecida y obesa, está en el lado opuesto la clase media que se preocupa tanto por su físico y por su alimentación que han convertidos ambas cosas en una religión de la que son los más fieles acólitos del mundo, aunque no sean los únicos. Es en Estados Unidos donde están los creyentes más acérrimos de esta  "secta" que come y bebe  no por disfrutar y alimentarse sino para luchar de forma hipocondríaca contra la enfermedad y el paso del tiempo.
Segundo párrafo: empezamos con el tema del texto formulado con una frase (es decir, utiliza un sintagma nominal, no una oración) La reflexión crítica sobre la dicotomía existente en la sociedad estadounidense con respecto a la visión y utilización de la comida es el tema de este texto. Visión del autor ante el texto, aunque ya lo hemos adelantado en el tema al decir que es una "reflexión crítica".  La autora lo presenta mediante un artículo de opinión en el que utiliza (alusión a los tipos de argumentos utilizados) argumentos de experiencia personal -el conocimiento de las distintas facetas del cineasta Scorsese, su propia convivencia con la sociedad norteamericana- y un argumento analógico o comparativo: aplica a una situación -la dicotomía existente en la sociedad estadounidense entre los que castigan su cuerpo, esclavizados por la comida  y los que lo cuidan de manera enfermiza, esclavos también de la moda por lo orgánico- lo que es válido para otra -la diferencia entre los pobres que crearon el blues, enjutos y los pobres actuales, con cuerpos abotargados por la obesidad. Su visión no solo es crítica sino explicitamente irónica al poner nombres de animales a los dos grupos humanos que representan  las dos posturas que se tienen en EEUU, con respecto al tema de la alimentación: o no sabes nada de la alimentación y, además de ser obeso, haces que tus hijos lo sean  y coman cualquier cosa a cualquier hora -paquidermos- o bien eres un acólito de la Religión de la Salud a través de la comida y eres capaz de gastarte una fortuna en comida intragable pero que lleva la categoría de "orgánica" (los rumiantes)Alusión al tipo de lectores a los que se dirige. La autora se dirige a un lector culto, capaz de entendern el recurso de la ironía y de conocer las alusiones culturales que se citan (el cine de Scorsese y su última película o el mito de la búsqueda de la eterna juventud que aparece en el relato de Óscar Wilde "El retrato de Dorian Gray"). Alusión al tema tratado (actual, vigente, despierta interés o controversia en la sociedad). Además, se trataría de un lector  interesado en un tema actual y vigente en nuestra sociedad como es la preocupación por la alimentación. La actualidad de este tema es evidente y lo podemos ver en un campo tan cercano como la publicidad: los alimentos se publicitan más por su capacidad de curar o no influir negativamente en nuestro cuerpo, antes que por su sabor. Planteamos un tema para el debate relacionado con el artículo. ¿Existe también en nuestro país la dicotomía que observa la autora en Estados Unidos?

Tercer párrafo: contestamos a la pregunta planteada. Empezamos con un conector de afirmación. Ciertamente, sin llegar a los porcentajes que se dan en Estados Unidos, en España se habla de que cada vez sube más el porcentaje de niños obesos, (utilizamos un argumento estadístico, de datos; aporta objetividad) que se alimentan mal y hacen poco ejercicio llevados por el sedentarismo de sus hábitos: ordenador, televisión y viceversa. Incluso se ha llegado a decir que se trata de la primera generación que va a vivir menos que sus padres debido a la mala salud que padecerán como consecuencia de sus pésimos hábitos alimenticios. 

Cuarto párrafo. Conector que indica que voy a hacer alguna objeción al primer argumento presentado. Sin embargo, aunque eso digan las estadísticas que aparecen en los medios de comunicación, yo me encuentro cada vez más (Ahora utilizo un argumento de experiencia personal: mi propia vivencia  constituye una prueba que avala mi tesis)con gente que se cuida, huyendo de dulces y alimentos calóricos, con madres y padres que se preocupan por lo que hayan comido sus hijos en los comedores escolares para prepararles una cena complementaria. Incluso tengo conocimiento de una campaña dirigida por un medio de comunicación que se llama "El estirón" y que anima a todos los colegios a llevar a cabo actividades diversas para que los niños crezcan y jueguen con normalidad, lejos de los alimentos insanos y del sedentarismo.

Quinto párrafo. Utilizo un conector que introduce otro argumento a mi comentario. Por otro lado, sí que es cierto que cada vez más personas, sobre todo entre la gente joven y de mediana edad y posición económica al menos desahogada, hacen del cuidado del cuerpo un fin en sí mismo. Su obsesión por reprimirse los deseos de comer de más les lleva a parecerse al perro del hortelano,  que ni come ni deja comer. Estas personas son las que, en una reunión de tipo culinario, no solo rehuyen los dulces sino que, si alguien los pide, le recuerdan las calorías que va a ingerir para aguarles su "pequeña fiesta". En mi opinión, eso ya roza la mala educación y la invasión del espacio ajeno.

Sexto párrafo. Conector que indica de nuevo que voy a presentar una objeciónNo obstante, aunque el artículo pone en claro situaciones verdaderamente problemáticas, considero que  más triste y desesperanzador que ser una persona pobre y obesa es ser pobre y morirse de hambre. Un niño o un adolescente acomplejado, posiblemente acosado por su aspecto y esclavizado por su propio sedentarismo es algo desesperanzador. Pero ver en pleno siglo XXI, niños hinchados por la desnutrición y comidos por las moscas es algo que debería hacernos saltar de nuestras cómodas butacas. Trabajar por la desaparición del hambre en el mundo me parece prioritario. Recuerdo Utilizo un argumento de cita las sarcásticas palabras de un hombre famélico que, seguramente, tenía poco acceso a la comida pero sí pudo ver en algún medio de comunicación lo que pasaba en otras partes del mundo: "Yo quiero ir al país en que los pobres son gordos."

Párrafo final. Conector de conclusión. En definitiva, aunque estoy segura de que existen los dos grupos de los que habla la autora del artículo, creo que es de mayor gravedad que siga existiendo hambrunas en determinados lugares que ya las han sufrido anteriormente, lo que quiere decir que "llueve sobre mojado", es decir, no se han utilizado los medios necesarios para que esa situación no se repitiera. Por otro lado, y volviendo a la dicotomía de la que habla la autora, en España todavía no hemos llegado a esos extremos que se ven en Estados Unidos. Quizás sea por la dieta mediterránea o por nuestra costumbre de salir a la calle. O porque tenemos más cercana la máxima aristotélica de que en la medianía está la virtud (argumento de autoridad). Comamos y bebamos para celebrar la vida, no para perjudicar el tesoro que tenemos en nuestras manos y del que somos responsables. Y sobre todo, preocupémonos por los que no pueden hacerlo, no ya para celebrar, sino simplemente para sobrevivir. Que exista hambre en la época de la tecnología, significa que no estamos haciendo las cosas bien.

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